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La pandemia ha puesto a la ciencia en el centro de atención como no se había visto antes. La confianza de la ciudadanía en este ámbito ha sufrido altibajos, debido a la confusión generada por los continuos cambios en la información a medida que aprendíamos más sobre el coronavirus. Sin embargo, la credibilidad de la comunidad científica sigue siendo más alta que la de otros grupos e instituciones, comenta esta experta en investigación de la opinión pública.
Cary Funk es directora de investigación sobre ciencia y sociedad en el estadounidense Pew Research Center. Su trabajo se centra en comprender las implicaciones que tienen la ciencia, la información y las noticias científicas en la sociedad. También investiga sobre la confianza de la ciudadanía en estos temas, que han estado en primera plana durante la pandemia de la covid-19.
En SINC entrevistamos a esta experta durante una visita a Madrid, donde participó en una jornada sobre la necesidad de promover la confianza en la ciencia para contrarrestar la desinformación, organizado por el Science Media Hub del Parlamento Europeo.
La gran pregunta es saber qué pasó con la confianza del público en la ciencia después de que el coronavirus irrumpiera en nuestras vidas
Su centro hace encuestas sobre múltiples temas de interés, entre otros, la confianza del público en la ciencia ¿En qué nivel está ahora esta confianza?
Sí, en el Pew Research Center hacemos encuestas en Estados Unidos y otras partes del mundo sobre temas como la confianza de los ciudadanos en la ciencia y en la información científica. Lo que ocurre con el tema de la confianza en la ciencia es que tiene altibajos. La gran pregunta es saber qué pasó con esta credibilidad después de que el coronavirus irrumpiera en nuestras vidas. En mi país, lo primero que vimos fue que creció un poco al principio [2020], pero desde entonces, hace cosa de un año, empezó a bajar. Esto muestra que la percepción continúa cambiando.
Sin embargo, la credibilidad de la ciencia y de los científicos, aunque haya caído, tiende a ser más alta que la que se tiene con respecto a otros grupos e instituciones, como puede ser los medios de comunicación, los colegios o el ejército.
La valoración de los gobiernos también se resintió en el transcurso de la pandemia, ¿no?
Efectivamente, en nuestra encuesta global a principios de 2020, cuando empezó a expandirse el coronavirus, vimos algo similar respecto a la valoración que la gente daba a sus gobiernos en el manejo de la pandemia. Al comienzo, los encuestados daban puntuaciones altas, es decir, pensaban que sus gobiernos estaban haciendo un buen trabajo. Pero un año más tarde, está valoración empezó a caer. Muy pocos decían que sus gestores lo estaban haciendo bien. Y, en Europa, uno de los países donde esta caída fue especialmente acusada fue en Alemania.
¿Es cansancio o algo más?
La gente se cansa y también influyen los resultados. En este caso, la ciudadanía se fija en cuántas muertes e infectados por covid ha habido en el país. Esto nos da una pista de que los resultados importan y que las políticas impulsadas también se tienen en cuenta a la hora de evaluar a los gobiernos.
En EE UU, un punto de inflexión en la opinión pública se debió al surgimiento de divisiones políticas. Tras seis semanas de acuerdo mayoritario, empezaron a aparecer grandes diferencias entre los dos partidos sobre la gestión de la pandemia
¿Qué papel han tenido las diferencias políticas y los mensajes contradictorios en esta pérdida de confianza?
En Estados Unidos uno de los puntos de inflexión en la opinión pública se debió al surgimiento de las divisiones políticas en torno a la ciencia y la pandemia. Hubo seis semanas de acuerdo mayoritario en cómo el gobierno estaba manejando el tema y, después de eso, empezaron a aparecer grandes diferencias entre los dos partidos en todo lo relacionado con el coronavirus: sobre si suponía o no una amenaza para la salud pública, etc.
Hay algunas similitudes en Europa y en otros lugares, y a través de diferentes ideologías, desde de izquierdas a derechas y populismos. No se observan grandes diferencias, es el mismo patrón. Y creo que es lo mismo en España y en otros sitios, a escala más pequeña, pero es una tendencia.
Lo que los académicos dicen sobre los movimientos antivacunas es que estos grupos utilizan valores importantes para la gente, como la libertad y la individualidad, para crear miedo sobre lo que podrían suponer las restricciones
¿Y este entorno favorece de alguna manera el resurgir de los movimientos antivacunas?
Ha habido en este tiempo en el mundo, y en EE UU también, un crecimiento de gente que duda de las vacunas y desconfía sobre su seguridad. Esta es una de las razones de la reunión que hemos tenido en Madrid: debatir por qué estas personas logran diseminar estas dudas y consiguen el apoyo que tienen.
Lo que los académicos dicen sobre este tema es que estos grupos utilizan valores importantes para la gente, como la libertad y el derecho a la individualidad, para crear miedo sobre lo que podrían suponer las restricciones.
En España este es un movimiento pequeño, pero en Europa hay países donde tienen mucha influencia.
Pudimos comprobar esto que dices en una encuesta que hicimos en 20 países, incluyendo España, justo antes de la pandemia. Se preguntó a los encuestados sobre los beneficios de las vacunas infantiles, como las del sarampión, las paperas y la rubeola. Y, en efecto, en España había un gran apoyo respecto a estas vacunas por sus beneficios sanitarios, preventivos y su bajo riesgo. Esto puede ser un indicativo de cómo la gente ha aceptado aquí las vacunas contra el coronavirus.
¿En qué proyectos está trabajando actualmente?
En muchos. Continuamos investigando sobre la percepción que tiene la gente de la pandemia del coronavirus y en su gestión, porque no ha terminado, aunque nos gustaría que ya no existiera. ¡Es un momento tan importante para la ciencia! No hemos vivido un momento con la ciencia tan en el centro de atención, tan en primera línea, en décadas.
Creo que una de las claves ha sido que los expertos científicos también han formado parte del proceso de elaboración de políticas de una manera muy cercana, y eso ayuda a enlazar la ciencia y la política.
La cuestión para el periodismo científico ahora es cómo mantener al público interesado cuando haya una nueva crisis para que, simplemente, no desconecte
Cary Funk posa para SINC en Madrid. / Álvaro Muñoz Guzmán / SINC
La pandemia acabará un día, eso esperamos. Sin embargo, nos acechan otras enfermedades zoonóticas, como ha sucedido con el monkeypox. ¿Cuál es la forma de comunicar la incertidumbre?
Este es uno de los desafíos actuales del periodismo científico: cómo comunicar la incertidumbre de la manera más honesta posible, y ese ha sido uno de los grandes retos que hemos vivido con el coronavirus, porque no sabíamos demasiado e íbamos cambiando lo que conocíamos día a día. Desde la perspectiva de la gente, al principio podría pensar que estos cambios en la información de salud pública significaban que se estaba aprendiendo más, pero, al mismo tiempo, esas mismas personas decían que resultaba confuso.
Es lógico que la gente sintiera esa confusión, porque continuamos cambiando lo que les decimos, o variamos la que creemos que es la respuesta correcta sobre cómo frenar la propagación de la enfermedad, si la vacuna previene el coronavirus o solo los casos graves de la covid. Todo ha ido cambiando a lo largo del tiempo, así que creo que la cuestión para el periodismo científico es cómo mantener al público interesado cuando haya una nueva crisis para que, simplemente, no desconecte. Así que hay que dirigir la información a la gente de una manera que nos escuche y preste atención cuando realmente lo necesite.
¿Y cómo hacemos esto?
Bueno, este es vuestro trabajo [risas].
Lo sé, pero ¿qué opinas tú?
Creo que si observamos el mundo de las redes sociales y por qué la gente dice que las usa para informarse es porque las noticias vienen a ti, ¿verdad? En los viejos tiempos las personas buscaban la información y la encontraban en los periódicos o en otros medios tradicionales. Pero ahora esperamos que la información venga a nosotros. Por eso, para que el periodismo científico haga una buena cobertura ha de encontrar la manera de llegar a la gente donde esté y hay muchas maneras de hacerlo.
A veces los científicos creen que si comparten información eso ya es suficiente. Y el consejo de los que trabajan en convencer a la gente que duda sobre las vacunas es que hay que escuchar con empatía sus temores o miedos, sin menospreciar a la otra persona ni burlarse de sus creencias
¿Por ejemplo?
Hay ya periodistas que están experimentando con nuevas formas atractivas de dar información científica, por ejemplo, con videos cortos, tipo reels de Instagram o en otras plataformas de redes sociales. También con encuentros en persona, de manera que la gente no espera. La prensa científica del Parlamento Europeo está innovando en este sentido y organizado encuentros en lo que llaman ‘ciencia de guerrilla’, u otras formas en las que acercar la ciencia a la gente sea distinto a ir a una conferencia científica.
¿Y aparte de estas innovaciones en la manera de presentar la información, qué puede hacer la prensa científica para llegar a la gente?
Creo que hay varias cosas que podemos considerar. Una de ellas es que la forma de influir en la gente no solo es con la información, sino también a través de su corazón, de sus emociones. Podemos empezar a pensar en qué van a sentir las personas que reciben esa información.
A veces los científicos creen que si comparten información eso ya es suficiente. Y los consejos de aquellos que trabajan para convencer a la gente que duda sobre los beneficios de las vacunas es que hay que escuchar con empatía, conocer cuáles son su temores o miedos y entonces ser capaces de decir: estos son los datos de que dispongo y esto es lo que creo que es apropiado o válido. De esta forma, se puede informar sin menospreciar a la otra persona ni burlarse de sus creencias, sino escuchando y explicando por qué tienes esa información, cuánta certeza tienes y por qué estás seguro de ella, cuántas dudas tienes y por qué la información puede cambiar.