José Carrascosa, psicólogo deportivo y pedagogo

“No te puede impresionar el deportista profesional, debes verlo como una persona”

Ha trabajado en LaLiga y como orientador en un instituto de secundaria. Del cruce entre vestuarios y aulas, José Carrascosa ha forjado una perspectiva singular sobre cómo la mente condiciona tanto el rendimiento como la salud mental de los atletas.

Jose Carracosa es psicólogo deportivo
Jose Carracosa es psicólogo deportivo y pedagogo. / Foto cedida por él mismo

El deporte profesional ha puesto el foco en entrenar el cuerpo, pero la mente también necesita preparación y cuidados. “Los deportes están evolucionando hacia una mayor exigencia emocional”, afirma José Carrascosa (Valencia, 1957), psicólogo deportivo y pedagogo que ha trabajado en clubes como el Valencia, el Athletic de Bilbao, el Real Sociedad o el Sevilla.

Carrascosa asesora a deportistas y equipos para mejorar su rendimiento

No se trata solo de competir, añade, sino de aprender a manejar la exposición pública, las redes sociales y un entorno que a veces añade presión, incluso desde la familia.

Fundador de Saber Competir, empresa referente en psicología aplicada al fútbol, asesora a deportistas y equipos para mejorar su rendimiento. Durante tres décadas fue orientador en un instituto, una experiencia que ha marcado su forma de trabajar con atletas. Desde su segunda casa en Algar de Palancia (Valencia), atiende a SINC para hablar de un oficio tan crucial como poco conocido.

¿Por qué le interesó la psicología deportiva?

Mis pasiones siempre han sido el deporte y la psicología. He practicado deporte toda la vida, ‘aprendiz de mucho y maestro de nada’. Además, durante 30 años fui orientador en un instituto público de secundaria, lo que me dio estabilidad para ejercer mi vocación. Empecé con una consulta de psicología clínica a finales de los sesenta, éramos pioneros. Comenzaron a llegarme deportistas, e hice un máster de psicología del deporte. Con el tiempo, la clínica se orientó hacia lo deportivo. Mi perfil tiene tres vertientes: la psicología del deporte, la educativa (traduzco casi todo en términos de aprendizaje, no de capacidades) y la clínica.

Los deportes están evolucionando hacia una mayor exigencia emocional

¿Cómo se llega al deporte profesional desde un perfil atípico, como la psicología? 

La psicología del deporte es probablemente una de las más complejas en cuanto a perfil formativo. Requiere dominar el deporte, la dinámica de los equipos y el liderazgo, algo propio de la psicología organizacional o de empresa.

Hace falta además una base sólida en psicología educativa y pedagogía, porque los entrenadores son enseñantes y no todos lo hacen igual. También es necesaria formación clínica, ya que en el deporte aparecen ansiedad, estrés, trastornos del estado de ánimo… La formación nunca acaba.

Y ayuda tener una visión, que es más que un objetivo: verte de una forma concreta y decirte “quiero ser eso, puedo ser eso”. En mi treintena ya trabajaba como orientador y tenía mi consulta, lo que coincidió con el impulso de Barcelona 92. Además, desde niño era socio del Valencia.

La psicología en el fútbol era algo exótico y mis referentes eran Emilio Lamparero (con Benito Floro en el Real Madrid) y Jesús García Barrero (con la selección sub-21). Yo me dije: “estaré un día allí, en el banquillo”. Esa visión me dio la fuerza para abrir puertas.

La psicología del deporte es probablemente una de las más complejas en cuanto a perfil formativo

¿Cómo fueron los primeros pasos?

El fútbol venía de una cultura machista: los hombres no lloran, mostrar fragilidad suponía debilidad, y este deporte se asociaba fortaleza con carácter y competitividad. Para muchos entrenadores o clubes, reconocer una dificultad en un jugador equivalía a que ‘no valía’. Mis inicios fueron en ese entorno, cuando hablar de esto era tabú. Los jugadores eran receptivos porque están solos con una gran responsabilidad, pero la resistencia estaba en entrenadores y directivos.

Al principio, trabajaba con jugadores que preferían ocultarlo. Nos veíamos en lugares discretos, incluso en mi casa cuando estaba en el Valencia. Más tarde, usábamos vestuarios vacíos para evitar la asociación entre psicólogo, despacho y ‘problemas’. En los noventa, esa era la lectura habitual.

He tenido la suerte de coincidir con técnicos implicados, como Juan de Ramos, con quien trabajé muchos años, o entrenadores que mantenían la relación solo entre ellos y yo porque ‘el presidente no lo iba a entender’. Era el peaje que había que pagar. Sentía que tenía que abrir puertas, y aún mantengo esa mentalidad de demostrar que esto es útil.

El fútbol venía de una cultura machista: mostrar fragilidad suponía debilidad. Al principio, trabajaba con jugadores que preferían ocultarlo

¿Ahora se entiende mejor?

En la sociedad, sí. Se habla abiertamente de salud mental, apoyo psicológico y entrenamiento mental en todos los deportes, quizá más en los individuales que en los de equipo. Pero en el fútbol persiste una paradoja: casi todos los clubes tienen departamento de psicología en categorías formativas, pero no en el primer equipo. La temporada pasada, en Primera División, solo tres o cuatro contaban con psicólogo en la plantilla profesional. Ahora, más que el desconocimiento, es el reto de la profesión de demostrar que este trabajo es efectivo.

¿Qué dice la evidencia científica sobre el rendimiento deportivo?

Existen cinco competencias clave, también conocidas en educación por su relación con el aprendizaje: concentración; flow o rendimiento sostenido; activación, poner la energía que la tarea requiere incluso sin ganas; autoconfianza; y regulación emocional, que implica gestionar las dificultades.

Como en el aula, en el deporte puedes tener grandes condiciones, pero si fallan la concentración, la toma de decisiones, la seguridad, la energía o la gestión emocional, el rendimiento se resiente.

Hace falta entrenarlas todas. Yo trabajo mucho el foco atencional, para que la información aparezca clara y el cerebro la procese con facilidad. Cada deporte tiene su propio estilo de atención, y el fútbol es de los más complejos: grandes espacios, once rivales, la pelota, las líneas…

Mantener la concentración y ‘leer el juego’ es fundamental, y se entrena. El objetivo es que el deportista aprenda a dirigir su atención a la ejecución de la tarea y gane autoconfianza. Esto rompe tópicos como el de que ‘el exceso de confianza es peligroso’.

Limitar la exposición a pantallas antes de competir es clave, el fútbol profesional tendrá que asumirlo

La investigación sugiere que el móvil o las redes sociales pueden disminuir el rendimiento deportivo, ¿está de acuerdo?

Totalmente. Generan personas con atención inestable, una gran barrera para el aprendizaje. Veo a alumnos y deportistas estudiar o entrenar con el móvil al lado: cualquier notificación (o incluso su ausencia), interrumpe la concentración, el procesamiento de la información es más lento y el rendimiento baja.

El futbolista necesita una cabeza casi de ajedrecista: ver espacios que se abren o cierran, líneas de pase, opciones de juego… Si llega al partido con la mente saturada tras horas de TikTok, YouTube o videojuegos, se expone a un desgaste cognitivo. Debe llegar fresco mentalmente, con la activación justa y calma para decidir bien. Limitar la exposición a pantallas antes de competir es clave, el fútbol profesional tendrá que asumirlo.

En el fútbol persiste una paradoja: casi todos los clubes tienen departamento de psicología en categorías formativas, pero no en el primer equipo

Simon Biles, Ricky Rubio, Alexander Zverev… ¿El deporte de élite aumenta los riesgos para la salud mental o carece de apoyos para la gestión emocional?

El riesgo no está en el deporte de élite en sí, sino en que el deportista no disponga de competencias emocionales para defenderse en un entorno tan exigente. Un talento deportivo precoz, como debutar a los 14 años (el caso de Ricky Rubio en la ACB), no significa tener la madurez emocional necesaria para gestionar la selva que supone el máximo nivel.

Además, hay que enseñar al deportista a gestionar realidades como las redes sociales, porque su uso excesivo puede dañar la atención y la confianza. Esta no puede depender de likes, opiniones externas, incluso del propio entrenador o de si juegas, marcas o te aplauden: todo eso está fuera de tu control. La confianza debe basarse en el trabajo y en evitar el autoengaño. Como digo siempre: “Si el entrenador no me ve… me verá”, gracias a mi esfuerzo.

El riesgo está en que el deportista no disponga de competencias emocionales en un entorno tan exigente

¿Existen vulnerabilidades diferenciales en función del género?

Sí. La psicología y la gestión emocional de un vestuario masculino y uno femenino son distintas, y no se les puede entrenar igual. En general, las relaciones entre hombres son más lineales, aunque a veces la competencia individual pese más que el colectivo. En las mujeres, las relaciones suelen tener más matices, pero también mayor solidaridad y espíritu de equipo.

Otro estudio indica que el perfil psicológico influye en la elección de deportes concretos y en el rendimiento deportivo.

Sí. Los perfiles más introvertidos y con mayor neuroticismo tienden a disciplinas individuales, con entrenamientos rigurosos; los más extrovertidos suelen inclinarse hacia deportes de equipo. Pero el deporte también puede servir para compensar: alguien muy ordenado y constante puede beneficiarse de actividades grupales para desarrollar habilidades sociales. La personalidad influye, pero no condena.

Aparte, queda mucho por profundizar en el efecto del estrés. Los jugadores más ansiosos, muy responsables o sensibles, con poca integración o que atraviesan dificultades se lesionan más, aun compitiendo menos.

La teoría dice que el exceso de entrenamientos y partidos aumenta el riesgo de lesión, pero en la práctica a veces son estos perfiles, que juegan menos, los que más se lesionan. Sorprendentemente, las fichas de los futbolistas aún no incluyen estudios de personalidad ni datos psicológicos.

Los perfiles más introvertidos tienden a disciplinas individuales y los más extrovertidos a deportes de equipo

¿Qué le diría a quien quiera dedicarse a la psicología del deporte?

Primero, que se forme en ámbitos complementarios y que acumule experiencia, empezando con equipos juveniles. Además, no te puede impresionar el deportista profesional, debes verlo como una persona.

Tampoco debes ser activo en redes sociales porque muchos desconfían de quien busca protagonismo a su costa; el futbolista es celoso de su imagen, si sospecha que quieres usarla, te apartará. Por último, hay que asumir que están acostumbrados a la exigencia y esperan lo mismo de quienes les rodean. Es determinante ser eficaz y que mejores a tus jugadores, equipos y entrenadores.

Fuente:
SINC
Derechos: Creative Commons
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