El cambio climático y la gestión inadecuada del territorio están generando entornos cada vez más propensos al fuego. Dos estudios publicados en Science confirman que los desastres forestales han aumentado a escala global. Sus autores advierten que solo una gestión preventiva, adaptada al contexto local y respaldada por apoyo político y social, puede frenar esta crisis en las próximas décadas.
Un nuevo estudio publicado en la revista Science revela que los desastres causados por incendios forestales se han disparado en frecuencia y coste en todo el mundo. Casi la mitad de los episodios más graves registrados en los últimos 44 años se concentran únicamente en la última década.
En concreto, el trabajo muestra un fuerte aumento de los desastres por incendios desde 2015. “El cambio climático es un factor clave, ya que las condiciones más cálidas y secas crean paisajes más propensos al fuego. Pero la aceleración también refleja la colisión de esta señal climática con factores humanos, como poblaciones densas, la expansión de los bordes urbanos y la acumulación de combustible en algunos lugares. Los desastres ocurren cuando estas fuerzas convergen”, declara a SINC Calum Cunningham, que lidera el estudio en la Universidad de Tasmania (Australia).
Los gobiernos deberían recopilar y publicar de forma sistemática datos sobre las pérdidas ocasionadas por los incendios
Los hallazgos de la investigación se basan en un análisis de datos globales e informes internacionales sobre catástrofes, que revelan una tendencia preocupante y subrayan la necesidad de adaptarse a un mundo cada vez más propenso a los incendios.
“Los gobiernos deberían recopilar y publicar de forma sistemática datos sobre las pérdidas ocasionadas por los incendios, tanto humanas como económicas. La notificación estandarizada, las bases de datos abiertas y los registros a largo plazo son fundamentales. Sin datos transparentes, es muy difícil que científicos y gestores puedan seguir tendencias, evaluar la adaptación y aprender de los desastres en otros lugares para que la historia no se repita”, señala Cunningham.
La cuenca mediterránea, el sur de Australia, el oeste de Norteamérica y partes de Chile destacan como zonas de muy alto riesgo. “Estas regiones combinan vegetación altamente inflamable, condiciones meteorológicas extremas para incendios y poblaciones densas. La riqueza también influye, porque los grandes desastres resultan más dañinos económicamente cuando el fuego afecta a zonas con activos de alto valor”, indica el científico.
La adaptación debe ser multinivel. Esto implica viviendas más seguras, la rehabilitación de edificios existentes y la creación de espacios defendibles
Respecto a cómo evolucionarán las estrategias de adaptación en estas regiones, Cunningham recalca: “La adaptación debe ser multinivel. Esto implica viviendas más seguras y códigos de construcción adecuados, la rehabilitación de edificios existentes, la creación de espacios defendibles, mejores planes de evacuación y comunicación, así como la gestión de combustibles en los paisajes circundantes. Urge pasar de la supresión reactiva a la preparación proactiva”.
Pese a la creciente preocupación, los autores de este estudio señalan que hasta ahora apenas existían evidencias globales y sistemáticas que confirmaran si los incendios forestales con consecuencias sociales y económicas graves se estaban volviendo más frecuentes o costosos.
Para cubrir este vacío, el equipo recopiló dos bases de datos globales de desastres: NatCatSERVICE, uno de los conjuntos de datos más completos, y la base de datos de acceso público Emergency Events Database (EM-DAT), con el fin de examinar los desastres por incendios entre 1980 y 2023.
Al integrar ambos conjuntos de datos, los autores pudieron evaluar a escala global tanto los impactos sociales como las pérdidas económicas de los principales desastres forestales.
El estudio concluye que los desastres por incendios se han intensificado de forma drástica en las últimas décadas, con un aumento marcado desde 2015: las crisis económicas se han multiplicado por cuatro desde 1980 y casi la mitad de los eventos más dañinos se concentran en la última década.
“Nuestro estudio muestra que están aumentando en todos los continentes, vinculados al cambio climático y a vulnerabilidades compartidas. Esto convierte al fuego en un reto global, que requiere cooperación internacional, aprendizaje compartido y el reconocimiento de que muchos países enfrentan problemas similares”, destaca Cunningham.
Están aumentando en todos los continentes, vinculados al cambio climático y a vulnerabilidades compartidas
Esta escalada responde tanto a condiciones climáticas extremas como a factores humanos —expansión urbana, cambios de uso del suelo y políticas de supresión del fuego—, con especial impacto en biomas propensos al fuego y en zonas urbanas prósperas donde las pérdidas económicas resultan mayores.
“No existe un enfoque único para el tratamiento de los combustibles. La gestión del territorio debe adaptarse al contexto local, a la cultura y al ecosistema de cada lugar. En algunos lugares puede implicar quemas prescritas; en ciertos casos, usar cabras para consumir el combustible; y en otros, realizar un desbroce mecánico de la vegetación excesivamente densa”, concluye Cunningham.
Los incendios forestales catastróficos —los que provocan grandes daños y elevan drásticamente los costes de supresión— se están volviendo cada vez más frecuentes e intensos en todo el mundo, una tendencia que se agrava con el cambio climático.
En otra investigación publicada en la revista Science, un equipo de científicos presenta un caso de estudio de un gobierno en una encrucijada, el de la Columbia Británica (Canadá). El trabajo analiza que, si los costos directos e indirectos de los incendios continúan creciendo, también podría aumentar la motivación para invertir más en mitigación.
Estas actuaciones son mucho más baratas, ya que la prevención puede ser hasta 600 veces más eficiente según algunos estudios
“Realmente no sabemos cuáles serán los costos a largo plazo ni cuánto tiempo tardaremos en ver resultados. Lo que sí sabemos es que estas actuaciones son mucho más baratas, ya que la prevención puede ser hasta 600 veces más eficiente según algunos estudios”, dice a SINC Robin Gregory, de la Universidad de British Columbia (Canadá) y el Instituto de Investigación de Oregón (EE UU), autor principal del estudio.
Los mandatarios políticos de esta región tuvieron que decidir si seguir gastando de forma reactiva en recuperación o invertir en estrategias que reduzcan el riesgo de incendios futuros.
En la última década, la Columbia Británica ha perdido más de 7 millones de hectáreas por incendios, con un coste que supera los 4 800 millones de dólares, sin contar los impactos sobre la salud y la economía local.
“Hemos tenido bastante éxito con las quemas prescritas. Comenzamos con logros sencillos: quemas de baja complejidad, en lugares pequeños y seguros, que nos permiten construir confianza pública y fortalecer nuestra propia capacidad. Explicamos al público qué hacemos y por qué, y somos honestos sobre el humo y los efectos sobre la fauna”.
Explicamos al público qué hacemos y por qué, y somos honestos sobre el humo y los efectos sobre la fauna
El equipo de Gregory colaboró estrechamente con políticos y científicos, y advierte que ampliar la mitigación requiere apoyo social para mantener inversiones durante décadas.
“También generamos confianza mostrando que contamos con suficientes recursos: ver un gran camión rojo en su vecindario durante la quema les da tranquilidad, y aunque cueste un poco más, vale la pena. Además de trabajar con el público, colaboramos estrechamente con los políticos, llevándolos a excursiones de campo y manteniéndolos bien informados”, explica.
La guía que usaron para fortalecer la resiliencia frente a incendios a escala de paisaje se basó en la ciencia indígena. “Sabemos que los paisajes históricos no soportaban los grandes incendios de alta intensidad que vemos hoy, los cuales causan daños significativos a la sociedad, el medio ambiente y la economía. El mosaico de bosques quemados y no quemados, praderas húmedas, pastizales, matorrales y bosques de hoja dura funcionaba como barrera que limitaba la propagación del fuego y reducían su intensidad cuando ocurría”, explica Gregory.
Adelantarse a esta crisis no será barato, y actualmente esta zona enfrenta un déficit presupuestario de 12 mil millones de dólares
Actualmente trabajan con la Nación Ktunaxa en el sureste de la Columbia Británica y la Nación Lillooet en el centro-sur, con planes de resiliencia a escala de paisaje sobre estos territorios tradicionales (3,8 millones de hectáreas y 1,3 millones de hectáreas, respectivamente).
“Adelantarse a esta crisis no será barato, y actualmente esta zona enfrenta un déficit presupuestario de 12 mil millones de dólares. La Columbia Británica es una provincia grande, con poca población y costosa infraestructura, además de programas sociales importantes como salud, educación, vivienda y tratamiento de adicciones”, argumenta el experto.
Para Gregory es crucial estar preparados y que este problema no les coja por sorpresa a las regiones afectadas. “Personalmente, creo que los residentes de la Columbia Británica están mucho más adelantados que los políticos en reconocer la crisis y en querer anticiparse a ella. En Victoria parece existir cierta parálisis ante este problema, mientras que otras jurisdicciones actúan de manera más agresiva con cambios legislativos, de políticas y financiamiento para adelantarse a la crisis”, asegura.
Los residentes de la Columbia Británica están mucho más adelantados que los políticos en reconocer la crisis y en querer anticiparse a ella
Otra lección clave, según el equipo, es dar esperanza a la población mostrando que se está tomando el problema en serio y que existe una solución. “Hasta ahora, en la Columbia Británica no veo que se estén dando ninguno de estos pasos”, enfatiza.
Por último, los autores plantean cuatro recomendaciones clave en su estudio. En primer lugar, proponen definir objetivos claros de resiliencia basados en análisis económicos y de riesgo. También destacan la importancia de promover la comprensión y el respaldo de la ciudadanía para asumir sacrificios a corto plazo, como las quemas prescritas, y de llevar a cabo intervenciones colaborativas y prácticas a escala de paisaje con científicos, líderes indígenas, industria y comunidades.