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Un experimento realizado con abejas y tiras de color azucaradas ha demostrado que tener un cerebro más grande incide directamente en el aprendizaje de estos insectos, una teoría que ya se había demostrado en aves y primates. El trabajo lo lideran científicos del CREAF y la Estación Biológica de Doñana (CSIC).
Imagina una abeja encerrada en un tubo de cristal, en cuyo extremo hay dos tiras de cartón pintadas con dos colores que distingue muy bien: una azul empapada en azúcar y otra amarilla con agua. ¿Sabrá el insecto asociar el color con la recompensa? ¿Y si cambiamos de especie, aprenderá igual?
En aves y primates ya se había confirmado que las especies con un cerebro más grande son más listas, aprenden mejor. Ahora, investigadores del centro CREAF y la Estación Biológica de Doñana del CSIC han demostrado por primera vez con este experimento que esa teoría también se cumple en las abejas: las especies con cerebros más grandes, tanto en términos absolutos como relativos al tamaño del cuerpo, tienen más capacidad de aprendizaje,
Miguel Ángel Collado, investigador de la EBD-CSIC y del CREAF realizó siete veces el test, cambiando de posición las tiras con cada uno de las 120 abejas recolectadas, en campos y jardines de Andalucía, para que así aprendieran a relacionar color con premio.
De las 16 especies diferentes de abejas utilizadas, descubrió que la mayoría aprenden a asociar un color con una recompensa, pero, las que tienen cerebros más grandes lo hacen mejor que las que presentan cerebros más pequeños.
El estudio, publicado en la revista Royal Society Open Science ayuda a predecir qué especies de abejas son capaces de adaptarse a un ambiente cada vez más urbanizado o cambiante.
Según los autores, confirmar que se cumple la teoría en invertebrados es un paso muy importante. “Aunque su cerebro es más pequeño y más simple que el de los vertebrados, sabemos que existe una enorme variación de tamaño entre las especies y que esto puede influir mucho en su capacidad de adaptación a los cambios ambientales”, comenta Collado.
Existen más de 20.000 especies de abejas en todo el mundo, pero no todas responden de igual manera a las presiones medioambientales. Mientras que algunas están reduciendo sus poblaciones drásticamente, otras prosperan en ecosistemas humanizados.
¿Tiene el tamaño del cerebro algo que ver en estas diferencias de adaptación? “Para sobrevivir en una ciudad hay que ser muy listo, hay que adaptarse a paisajes complejos y cambiantes para localizar flores y zonas de anidación. Por ello, si las abejas con cerebros más grandes son las que tienen más habilidades cognitivas, sabemos que serán las que mejor se adapten a la urbanización o a otras condiciones cambiantes”, explica el coautor Ignasi Bartomeus, investigador de la Estación Biológica de Doñana del CSIC.
Invertir en tejido cerebral es costoso, por lo que solo tiene sentido cuando reporta un beneficio. Estudios anteriores ya confirmaron que las especies que requieren una mayor demanda cognitiva, como las abejas especializadas que necesitan localizar recursos florales particulares, han evolucionado hasta adquirir cerebros más grandes.
“Pero todavía queda mucho por saber, tan solo estamos empezando a entender la enorme capacidad que tienen los pequeños cerebros de las abejas”, concluye otro de los autores, Daniel Sol desde el CREAF.
Referencia:
Collado et al. "Brain size predicts learning abilities in bees" Royal Society Open Science, 2021