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Kary Mullis, el nobel excéntrico que vino a España a comprar azulejos

Recibió el Nobel de Química en 1993 por el desarrollo de la PCR, la técnica de replicación de ADN que se utiliza desde hace más de 25 años para hacer test de paternidad, identificar cadáveres y detectar enfermedades. Desde entonces Mullis ha hecho todo lo posible por alejarse del estereotipo del académico sensato. Un año después de ganar el premio vino a España a un congreso. Dos jóvenes estudiantes que le hicieron de guía nos cuentan cómo fue la experiencia.

Kary Mullis en una charla Ted. / Ted.com

En 1994, Kary Mullis (Estados Unidos, 1944), galardonado con el premio Nobel de Química el año anterior, llegó a España para participar en Toledo en un congreso del que era el principal atractivo. Cuando le tocó subir al estrado para impartir su conferencia, Mullis dejó a todo el mundo boquiabierto, confuso y enfadado.

Se suponía que el científico había ido a hablar de la reacción en cadena de la polimerasa (PCR por sus siglas en inglés), una técnica por la que había recibido el galardón de la Academia Sueca. Gracias a la PCR se puede amplificar el ADN encontrado en pequeñas muestras de fluidos. Esto revolucionó la biología molecular: nuevos campos de investigación, pruebas de paternidad, medicina forense... El argumento de la novela Parque Jurásico, en la que se reconstruye el genoma completo de los dinosaurios a partir de pequeñas muestras de ADN conservadas en ámbar, no habría sido posible sin la PCR.

En vez de eso, Mullis utilizó su exposición para negar que el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) fuese el responsable del sida: “No se puede explicar en dos palabras, pero tengo datos para afirmar que el sida no es una enfermedad infecciosa, no está causada por el VIH”, dijo entonces, según la noticia que publicó El País.

En Toledo, Mullis dio una charla negando que el VIH fuese el responsable del sida

Su afirmación se convirtió en un enorme escándalo por venir de un Nobel en una época en la que el sida se expandía rápidamente mientras la comunidad científica trataba de entender por qué.

Un Nobel en busca de azulejos de Toledo

En ese viaje se dedicó también a cosas más mundanas. Álvaro Martínez del Pozo, investigador del departamento de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad Complutense, fue su guía por Madrid en aquella visita. Cuenta a SINC que Mullis llamó un día al departamento y preguntó si algún estudiante se ofrecería a llevarle y traerle por 10 dólares. “Otro compañero y yo nos ofrecimos inmediatamente. No queríamos los 10 dólares, queríamos conocer a Mullis”.

Kary Mullis junto a sus acompañantes durante su viaje por España en 1994. De derecha a izquierda, Ignacio Rodríguez Crespo, Mullis y Álvaro Martínez del Pozo.

Al ir a recogerle a su hotel se presentó con una mujer que se anunciaba como bailarina de striptease y que presumía de cobrar 500 dólares por actuación. Ambos, ella y Mullis, contaban que su habitación era “muy rara porque cuando te caías de la cama te chocabas con el techo. Le pregunté: ‘¿Quieres decir con el suelo?’', pensando que no le había entendido bien. ‘No, no, ¡con el techo!’ decía ella mientras Mullis asentía dándole la razón”.

Para los dos jóvenes científicos deseosos de pasar una mañana con el recién premiado científico, la experiencia fue desconcertante. “Mientras se chupaba sonoramente los dedos llenos de ketchup, Mullis nos contaba que después del Nobel él quería ganar dinero escribiendo libros, pero que sus abogados se empeñaban en eliminar páginas y páginas de sus escritos en las que no hacía más que meterse con otros científicos”.

Su principal interés en esa visita, recuerda Martínez del Pozo, era ir a comprar azulejos. “Venía de estar en Toledo y había visto los típicos que tienen allí las casas. Estaba interesadísimo en comprar azulejos de esos para ponerlos en su casa de Mendocino, en California. Le llevamos a una tienda donde no solo los encontró sino que se los enviaban allí directamente. Estaba encantado”.

A punto de declarar para O.J. Simpson

La excentricidad de Mullis puso en entredicho la credibilidad de su ciencia y le llevó a ser convocado al mismísimo juicio de O.J. Simpson. En 1995 el jugador de fútbol americano protagonizó uno de los procesos más famosos de la historia al ser acusado del asesinato de Nichole Brown, su exesposa y Ronald Goldman, un amigo de ella. El proceso judicial se convirtió en un espectacular circo mediático.

“El premio Nobel que podría testificar a favor de O.J. Simpson es conocido por ser brillante e iconoclasta y por sus modales a veces indignantes”, decía la prensa

La PCR ideada por el bioquímico había servido para identificar el ADN encontrado en pequeñas muestras de sangre halladas en el coche del acusado y en la escena del crimen. Mullis había sido convocado por la defensa, no por la acusación. Se le había pedido (y se le iba a pagar por ello) que explicase las vulnerabilidades de su propia técnica para argumentar que un falso positivo era posible.

“Kary Mullis, el premio Nobel y experto en ADN que podría testificar a favor de la defensa en el caso de O.J. Simpson, es conocido en la comunidad científica por ser brillante e iconoclasta, y por sus modales a veces indignantes”. Así comenzaba una noticia publicada en Los Angeles Times, que continuaba asegurando que la fiscalía iba a interrogar al científico sin piedad “sobre todos los aspectos de su vida en los que se basa su credibilidad, competencia y sobriedad”. Esto podía ser un problema para Mullis y por eso finalmente no llegó a testificar.

Un Nobel atípico

Como ya se habrá podido intuir, Mullis es probablemente la persona más atípica que jamás haya ganado un premio Nobel: imprevisible, provocador, consumidor habitual de alucinógenos, surfero y constantemente enfrentado con otros miembros de la comunidad científica.

Si bien la importancia de la técnica de la PCR es indiscutible en la biología molecular y la bioquímica, hay dudas sobre cuánto mérito tuvo Mullis. Las réplicas de cadenas de ADN llevaban mucho tiempo haciéndose, pero era un proceso lento y complejo debido a la forma larga y delgada de esas cadenas, y a la dificultad de copiarlas de forma ordenada y eficiente.

Mullis añadió diversas mejoras, como la de utilizar una enzima extraída de una bacteria termoestable, de forma que las muestras no se alterasen al subir o bajar la temperatura. Todas ellas eran conocidas antes, Mullis simplemente entendió cómo encajarlas todas para que funcionasen.

Si bien la importancia de la técnica de la PCR es indiscutible en biología, hay dudas sobre cuánto mérito tuvo Mullis

Lo entendió por casualidad y así lo cuenta en un artículo que él mismo escribió, donde se perciben sus inclinaciones literarias: “Gracias a una rara combinación de coincidencias, ingenuidad y felices errores, me vino la inspiración un viernes de abril de 1983 mientras, al volante del coche, serpenteaba a la luz de la luna por una carretera de montaña del norte de California que atraviesa un bosque de secuoyas”.

Él mismo pensó que no funcionaría y que sus aportaciones eran tan sencillas que alguien las habría probado antes. Pero funcionó. Así desarrolló una técnica que se empezó a utilizar enseguida. En siete años se publicaron más de 1.000 artículos en los que se describía su uso.

La guerra de patentes y el premio

¿Pero podía aquello considerarse un descubrimiento? Para algunos de los miembros de la comunidad científica, la respuesta era que no: aquello era tan obvio, tan fácil y tan evidente que no se podía llamar realmente un descubrimiento y tampoco patentarse. La batalla judicial fue feroz y está detalladamente explicada en un estudio de 2006 , pero finalmente Cetus, la empresa de Mullis, obtuvo la patente: pagó al científico 10.000 dólares por ella y en 1991 la revendió a Roche Molecular Systems, una rama de la farmacéutica Hoffman-La Roche, por 300 millones.

Quizá la recompensa económica para Mullis fuese ridícula, pero la científica fue todo lo contrario: en 1993 obtendría el premio Japón (dotado con 50 millones de yenes, unos 600.000 dólares al cambio) y el Nobel, compartido con Michael Smith. A pesar de ello, el científico probablemente agradeció más la dotación económica de ambos premios. “No soy adicto al reconocimiento social”, ha dicho en alguna ocasión.

Astrología, negacionismo del clima y LSD

Y ha dado pruebas constantes de ello. Desde el momento en el que ganó el Nobel y su nombre se hizo famoso, Mullis siempre se ha comportado como si quisiese manterse lo más lejos posible de la imagen del académico sabio, mesurado, responsable y juicioso.

Dejó Cetus y fundó una compañía, Star Gener, con la que pensaba vender joyas con ADN de famosos muertos, como Elvis Presley o Marilyn Monroe. En su autobiografía, titulada Dancing Naked in the Mind Field (Bailando desnudo en el campo de la mente) y en cuya portada aparece él vestido con un mono de surfero, descubierto de cintura para arriba y acompañado de su tabla, pone en duda las evidencias del cambio climático y del agujero de ozono, además de defender que el sida nada tiene que ver con el virus del VIH, y asegura que todas estas ideas provienen de una conspiración gubernamental para mantener su poder y seguir ganando dinero.

Fundó una compañía con la que pensaba vender joyas con ADN de famosos muertos, como Elvis Presley o Marilyn Monroe

También cree en la astrología, la idea de que la posición de las estrellas y planetas influye en la vida de las personas. Él mismo ha contado en alguna ocasión que escandalizó a la familia real sueca al proponerles emparejar a una de sus hijas adolescentes con su hijo a cambio de un tercio de su reino, y también que durante una época consumía LSD dos o tres veces al año para no olvidar “la complejidad de las cosas”.

Contactado por esta periodista para comentar sus recuerdos sobre su viaje por España, el científico ha optado por el silencio. A día de hoy, según su página web, Mullis actúa como asesor científico de varias empresas y entidades, especialmente en asuntos relacionados con el ADN y el genoma, y se ofrece como conferenciante en temas que van desde la PCR hasta la ciencia actual o “posibles fábulas científicas”. Sigue manteniendo muchas de esas polémicas opiniones, incluida la que escandalizó a los que vinieron a escucharle a Toledo hace casi 25 años.

Fuente: SINC
Derechos: Creative Commons
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