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Con tan solo 26 años, Jane Goodall empezó a investigar el comportamiento de los chimpancés salvajes de Gombe (Tanzania) para entender mejor la evolución humana. Estaba previsto que su proyecto culminara en seis meses, pero África y los chimpancés la cautivaron. Ya han pasado 55 años, y Jane –ahora con 81– sigue más activa que nunca: hoy sale en España su último libro. A su labor, se han unido científicos y voluntarios españoles que trabajan con su misma pasión en Congo y Senegal.
Besan, abrazan, se dan la mano y palmaditas en la espalda, reclaman comida, hacen y usan herramientas, tienen buenas y malas madres, así como competencia entre machos dominantes. Es la forma en la que actúan los chimpancés (Pan troglodytes), seguramente los animales más parecidos a los seres humanos, no solo a nivel biológico –compartimos casi el 99% del ADN– sino también en cuestiones de comportamiento.
Sin embargo, “la principal diferencia entre chimpancés y humanos es el intelecto”, dice a Sinc Jane Goodall, doctora en Etología por la Universidad de Cambridge (Reino Unido), tras la rueda de prensa que ofreció ayer en el Museo Nacional de Ciencia y Tecnología (MUNCYT).
“Somos capaces de hacer cosas extraordinarias. En mi juventud la tecnología que existe hoy se hubiera considerado ciencia ficción, pero está pasando de verdad. Sin embargo, la empleamos para destruir el planeta”, zanja la primatóloga.
Ejemplo de ello es que en África, la deforestación en favor de los campos agrícolas, la minería o la explotación petrolífera está fragmentando el hábitat de los chimpancés, sobre todo el de las poblaciones de la subespecie Pan troglodytes verus, que viven de Senegal a Nigeria. De hecho, solo en Senegal, se estima que quedan unos 500 ejemplares, una de las poblaciones más pequeñas del continente.
“Desgraciadamente, desde que empecé a viajar por África y a hablar sobre las amenazas de los chimpancés, la situación ha empeorado mucho. La tala ilegal ha crecido, se han destruido miles y miles de hectáreas de bosque, se sigue cazando para el comercio ilegal de animales, y las enfermedades transportadas por los humanos siguen siendo dañinas en las poblaciones salvajes”, asegura Goodall que hoy publica en España su libro 55 años en Gombe.
Jane junto a una cría de chimpancé en 1964 en Gombe (Tanzania). / National Geographic-Hugo van Lawick
Ciencia española con los chimpancés de Senegal
Ante la ausencia de esfuerzos de conservación, un equipo de voluntarios españoles, liderados por Ferrán Guallar, fundador y presidente del Instituto Jane Goodall en España, creó un proyecto en el que se desarrollan programas propios de investigación, conservación, educación y desarrollo sostenible al sur de Senegal. “España es, después de EE UU, la segunda delegación que actúa activamente en África”, informa a Sinc Guallar.
Desde que en 2007 este economista fundara el IJG se han conseguido bastantes cosas: “Se han creado dos reservas naturales, y ahora estamos en el proceso de crear otra transfronteriza entre Senegal y Guinea”, señala. En febrero de 2014 se inauguró también la Estación Biológica, “que ya se empieza a convertir en uno de los pocos centros de referencia en la conservación de chimpancés y de su ecosistema, por lo que muchas otras especies podrán beneficiarse de ello”.
Pero el mayor problema al que se enfrentan estos españoles es “la búsqueda de fondos para financiar estos estudios”, subraya Goodall. Los voluntarios viven de sus propios ahorros y llevan ya varios años. “Vivimos con 60 euros al mes”, dice a Sinc Roberto Martínez, ingeniero forestal responsable del departamento de Sostenibilidad Agroforestal en Senegal, que lleva dos años y medio en el país africano.
Sin embargo, “con los pocos fondos que tenemos es increíble que mantengamos y crezcamos en un programa que se está convirtiendo en algo tan sólido. Y en parte es gracias al esfuerzo de muchos voluntarios”, explica Guallar quien para él, el tema de la financiación es “hacer puzles” con otros centros, ayuntamientos o fundaciones.
A pesar de todo, “la población de chimpancés está en declive, y no hay manera rápida ahora de detenerlo. A medio plazo, si los programas van calando y se invierte en ellos, posiblemente se conseguirá frenar pero la presión sobre los recursos y la tierra en África son enormes”, advierte el fundador del IJG en Senegal.
El equipo español con Jane Goodall en la estación biológica del IJG de Senegal. / IJG
Para evitar que la fragmentación y la pérdida de hábitat que sufren en particular las poblaciones de chimpancés en Senegal, es necesario conseguir que sean viables los pocos grupos que quedan e intentar que “no se desconecten del todo o reconectarlos”, afirma Guallar quien asume que es la única posibilidad. “No se debería seguir presionando sobre lo que existe”.
Colaboración con las poblaciones locales
El objetivo del Instituto Jane Goodall es proteger al menos el 80% de las poblaciones de chimpancés. “Pero no sé si alcanzaremos esa meta”, dice Goodall, que ya no se dedica a investigar.
Esa labor la desarrollan Liliana Pacheco en el centro del IJG de Senegal y Rebeca Atencia, en el Centro de Rehabilitación de Chimpancés en Tchimpounga (CRCT) en la República Democrática del Congo. Sus técnicas son muy diferentes.
Pacheco realiza una investigación aplicada a la conservación. “Se realizan observaciones indirectas controlando los recursos tróficos, hídricos, la fenología, los cambios de estaciones en cuanto al hábitat, los hábitos de nidificación, cuáles son las áreas de preferencia y cuáles están en confluencia con posibles actividades humanas”, indica Pacheco, investigadora directora del proyecto del IJG en Senegal. “A veces no hay contacto alguno con los chimpancés”, precisa la científica.
Es todo lo contrario que ocurre con Atencia, directora del centro de rescate del Congo. Esta veterinaria, que lleva 10 años en África, rehabilita a los primates heridos. “Por cada uno que llega al centro 10 mueren en la selva. Pero en 2014 solo llegó uno y este año todavía no ha llegado ninguno”, recalca la experta.
El trabajo de los voluntarios no se lograría sin la colaboración de las poblaciones locales. “Hay que velar por el interés de la población. Por una parte se sensibiliza con programas educativos y se logran cambiar algunos valores, pero lo complicado es conseguir que preservar el bosque sea una prioridad más grande que cortarlo”, indica Guallar.
Pero el interés general se basa en el tema económico: “Si no quieres que corten un campo para cultivar y poder comer, ¿cómo haces? Hay que generar alternativas como el ecoturismo pero un señor que es pastor o agricultor no le puedes poner de guía. No es tan obvio saber cómo distribuir esos beneficios”, observa este economista quien añade que las opciones son muy complejas porque el progreso exige mucha destrucción por el camino.
La veterinaria Rebeca Atencia con crías de chimpancés en Congo. / IJG
“Un árbol no crece en dos días”
“La presión que se ejerce sobre el medio es muy importante y un árbol no crece en dos días”, lamenta Pacheco, quien señala que en los seis años que lleva en Senegal cada vez llueve menos y ya no hay acceso al agua en los mismos puntos donde los había. El agua es el recurso más difícil de obtener.
En Senegal, desde la llegada del ingeniero forestal Roberto Martínez, se está desarrollando una restauración ecológica que permite recuperar un campo de cultivo abandonado o devolver el bosque degradado a un estado anterior. “Se plantan en viveros árboles sobre los cuales apenas hay ningún dato en internet y nos basamos en la dieta de los chimpancés y de otros primates y animales”, informa Martínez.
Para ello, pequeñas aldeas de campesinos abren sus campos de cultivo. “Hay que ayudar a la comunidad primero, no te puedes centrar únicamente en la vida salvaje, por eso se hacen programas de eficiencia agrícola para que, con los mismos recursos, se logre más productividad”, detalla el ingeniero.
El equipo del instituto sabe que, a pesar de todo, se seguirá destruyendo bosque por eso se deben priorizar las áreas que han de ser protegidas y determinar qué medidas imponer en cada una. “Es más gestión de la conservación que otra cosa, pero hay que tener mucha estrategia porque no se va a poder proteger todo. Hay que elegir”, concreta Guallar.
Pero en cuestión de elección, la propia Goodall –vegetariana– tiene claro que ante un caso de extrema necesidad se plantearía sacrificar su vida antes de comer un chimpancé para sobrevivir: “Valoraría si el chimpancé muere o vive, y si vive en qué contribuiría, y si yo muero o vivo, en qué contribuiría e intentar equilibrarlo de esa manera. Se trataría de considerar qué vida puede seguir para hacer el mayor bien”.