Después de que Andreas Lubitz estrellara el vuelo 9525 de Germanwings en mitad de los Alpes, en los medios se ha destacado que tomaba antidepresivos, un detalle que puede estigmatizar sin razón a miles de enfermos psiquiátricos: no se ha observado ningún vínculo entre su uso y la conducta agresiva. La controversia en torno a estos fármacos es permanente. El penúltimo ataque científico lo lanzó Peter Gøtzsche, reputado médico de la organización Cochrane, quien asegura que perjudican más que sanan. Pero las opiniones de otros expertos y los datos científicos cuestionan tan rotunda afirmación.
Investigadores estadounidenses han estudiado en humanos y ratones los efectos de los antidepresivos de uso común en los péptidos del cerebro relacionados con el desarrollo de la enfermedad de Alzheimer.
El Laboratorio de Estrés y Neuroinmunología de la Universidad de Santiago (USC) coordinado por Manuel Freire-Garabal Núñez ha analizado la respuesta biológica del estrés, así como en el diseño de estrategias preventivas y terapéuticas destinadas a combatir sus efectos adversos.
Un estudio relaciona la regulación de los receptores de serotonina con la depresión y la respuesta a los antidepresivos.
El consumo de psicofármacos ha aumentado en los últimos años. Eso es un hecho, lo que todavía no queda claro es el motivo. Investigadores de cuatro centros de salud madrileños han comprobado que los conflictos familiares no muestran una relación significativa con su consumo en las mujeres. Pero los resultados publicados en la revista Atención Primaria son impactantes: en España, el 24% de las mujeres toma antidepresivos y más del 30%, tranquilizantes.
Más del 30% de las mujeres españolas consume benzodiacepinas.