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¿Por qué necesitamos dormir?

La forma de vida actual ha propiciado un aumento de personas que sufren trastornos cuando duermen. Pero el sueño sigue siendo uno de los enigmas de la investigación científica. Nos adentramos en el Instituto de Investigaciones del Sueño de Madrid (IIS) para conocer de primera mano los últimos datos sobre las alteraciones del sueño y acabar con algunos mitos.

Estudio del sueño en el Instituto de Investigaciones del Sueño de Madrid. Foto: SINC

Cuando entramos a la Unidad del Sueño de Madrid, los investigadores nos cuentan que el tratamiento para el insomnio se basa en una terapia cognitiva-conductual. Los médicos piden a los pacientes un cambio de vida. Con ellos trabajan técnicas de relajación y un tratamiento psicológico que consigue a medio plazo una mejora. Sin embargo, en los casos más severos, el tratamiento es farmacológico.

Y es que el sueño cumple una función vital. Según Francisco Segarra, coordinador de la Clínica del Sueño Estivill, en Barcelona, “dormir mal hace que todos nuestros sistemas se alteren”, como el sistema físico (en forma de cansancio), el sistema anímico (con irritabilidad y ansiedad) o el sistema cognitivo (disminuyendo nuestro nivel de alerta). El experto catalán lo tiene claro: “Necesitamos dormir para poder estar despiertos en condiciones adecuadas”.

En general, la gente que duerme mal tiene un exceso de tensión diurna que va acumulando. “El estrés es provocado por un estilo de vida inadecuado en el que estamos inmersos todos”, subraya Diego García Borreguero, director del Instituto de Investigaciones del Sueño de Madrid.

Por eso, las unidades clínicas dedicadas al tratamiento de las alteraciones del sueño han ganado importancia en los últimos años. Un dato curioso, hoy la gente de la ciudad duerme una hora y media menos que a finales del s XIX, lo que puede repercutir no sólo en el propio sueño, sino en la calidad de éste.

Incógnitas por resolver

En contra de lo que cree mucha gente, sólo se recupera un tercio del sueño perdido. Pero los científicos todavía se topan con cuestiones que conservan un halo de misterio. Por eso en las unidades del sueño, los expertos intentan descifrar su función exacta y saber por qué necesitamos dormir.

A partir de los estudios de privación del sueño se ha descubierto que el sueño no puede ser eliminado o substituido, que afecta a todos los órganos del cuerpo y que su privación altera significativamente los ritmos biológicos.

Para Borreguero, la teoría más popular es la que deduce que durante el sueño tienen lugar procesos de regeneración neuronal que hacen que las neuronas puedan mantener su actividad normal durante la vigilia. “Estos procesos son más importantes en unos periodos de la vida que en otros, y varían dependiendo de la sensibilidad personal a no dormir”, explica. Por ejemplo, los niños necesitan dormir mucho más que las personas adultas. Esa necesidad disminuye en la vejez, momento en el que el sueño es más intermitente.

El sueño trastorna

La clasificación internacional de los trastornos del sueño distingue tres grupos de enfermedades: disomnias (como el insomnio, la hipersomnia o incapacidad para mantenerse despierta durante el día, y la apnea, trastorno respiratorio que se produce durante el sueño), parasomnias (alteraciones que afectan con movimientos y terrores nocturnos a la gente cuando duerme) y trastornos psiquiátricos del sueño.

Aunque no existen muchos datos, sabemos que entre un 8 y un 12% de la población española sufre insomnio, entre un 2 y un 4% padece apnea del sueño, y entre un 1 y un 3% tiene el ‘síndrome de las piernas inquietas’, con necesidad de tratamiento diario.

La edad es un factor relevante que aumenta la probabilidad de desarrollar trastornos. Si la población infantil suele padecer terrores nocturnos o sonambulismo, la prevalencia del insomnio es más alta en adultas que en adultos. Pero no hay que olvidar que la causa principal de las apneas es el exceso de peso, recuerdan los investigadores en la unidad del sueño.

Descubrir nuevos tratamientos

Los estudios actuales se centran en desvelar las causas de estos trastornos y descubrir nuevos tratamientos. Para los casos más severos de apnea, el tratamiento se basa en la utilización de una máscara nasal de presión positiva de aire, que intenta evitar el colapso de la musculatura de la faringe durante la inspiración. Para los casos menos severos hay dos opciones: la cirugía que repara la obstrucción o la utilización de prótesis dentales.

Las unidades del sueño surgieron en España a finales de los ‘80 para diagnosticar y tratar a pacientes con patologías. Estos trastornos son enfermedades frecuentes, pero reciben escasa atención en los sistemas públicos de salud. Sólo algunos centros muy especializados tratan los casos más específicos, como las apneas. “Otras patologías, o no se cubren o se cubren sólo de manera diagnóstica, y los pocos hospitales con unidades del sueño tienen unas listas de espera interminables”, apunta Borreguero.

La actualización de los tratamientos sigue en fase experimental. Queda aún mucho por desvelar. Parte de las respuestas se encuentran en las unidades del sueño.

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Efectos progresivos de la privación del sueño

El número de horas que necesitamos para dormir depende de las características específicas de cada individuo (constitución, hábitos de vida, edad y género). Cuando una persona deja de dormir, el cuerpo inmediatamente empieza a notar los efectos de esta falta de descanso.

Entre las 12 y las 24 horas sin dormir se dan los primeros síntomas, puramente subjetivos: malestar corporal, irritabilidad y desánimo en el área afectiva, y leves alteraciones de concentración y memoria en el área del rendimiento. Todo ello acompañado de un aumento claro de la somnolencia.

Cuando pasamos a periodos de 48 a 72 horas sin dormir, pueden aparecer los primeros síntomas neurológicos blandos: leves alteraciones en los reflejos (corporales y oculares), alteraciones en los tiempos de reacción, ‘nistagmus’ (movimiento involuntario e incontrolable de los ojos), unidas a un incremento exponencial de la somnolencia. Se acentúa la irritabilidad y el desánimo.

Cuando el periodo de privación pasa de las 72 horas, se observan las primeras alteraciones metabólicas: hormonales, inmunológicas e hipotermia. Además, aumenta la secreción fundamental de tres hormonas: catacolaminas (adrenalina, dopamina, noradrenalina), el cortisol y la insulina, con una disminución a la tolerancia a la glucosa, por lo que no dormir nos hace más propensos a la diabetes.

¿Cuánto aguantaría una persona sin dormir? Aunque en el ser humano no se han podido realizar estudios formales de privación del sueño por motivos éticos, el récord mundial de permanencia despierta lo tiene Randy Gardner, un estudiante de California (EE UU) al que en 1964 mantuvieron despierto un poco más de 11 días, exactamente 264 horas y 12 minutos. Al cabo de unos días sin dormir, empezó con alucinaciones cognitivas severas, delirios importantes y un cuadro psicótico. Llevado al extremo, este chico habría fallecido. Después de la prueba Gardner apenas durmió 14 horas, lo que demuestra que el sueño no se recupera.

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Datos curiosos:

  • El pasado diciembre un estudio internacional relacionó la aparición de trastornos del sueño en la fase REM para predecir enfermedades neurodegenerativas en más de un 50% de los casos.
  • Cerca del 25% de la población española padece frecuentes o esporádicas anomalías relacionadas con el sueño que suponen el uso de fármacos en una proporción superior a otras patologías.
  • Es una necesidad básica para la supervivencia del organismo. Sin dormir no podríamos estar despiertos. Un tercio de nuestra existencia la pasamos con los párpados cerrados, en un estado que llamamos sueño (unas 220.000 horas en 60 años).

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Recursos multimedia:

Imágenes en alta resolución: 1 y 2.

Infografía sobre los efectos progresivos de la privación del sueño.

Fuente: SINC
Derechos: Creative Commons

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