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El programa PRIMA contará con 494 millones de euros para desarrollar y aplicar soluciones innovadoras, eficientes y sostenibles para la producción y suministro de alimentos de agua en el Mediterráneo. España aportará 30 millones de euros a la iniciativa.
Una investigación liderada por el Instituto Pirenaico de Ecología (CSIC) y la Universidad Pablo de Olavide pronostica una alarmante reducción en el crecimiento de bosques reservas de la biosfera ante los eventos extremos y el cambio climático. Algunos bosques de abetos mediterráneos se encontrarían en grave peligro de extinción ante estos fenómenos de sequías extremas.
Hace entre cinco y seis millones de años, el Mediterráneo quedó aislado del Atlántico, se secó y se convirtió en una gran salina. Pero los científicos aún debaten cómo fue esta desecación del mar. Un nuevo estudio defiende que se secó de manera rápida y parcial, lo que supuso un descenso del nivel del mar de un kilómetro en vertical. Según los autores, este descenso explicaría el incremento de la actividad volcánica que se dio en el mismo periodo en la cuenca mediterránea.
Los caracoles marinos tienen un papel fundamental en el equilibrio ecológico y sirven como modelo de muchos estudios evolutivos. Un equipo de investigación liderado por el Museo Nacional de Ciencias Naturales ha estudiado las relaciones de parentesco de la familia Trochidae y sugiere una nueva organización de los géneros europeos que se contemplaban hasta ahora.
ADRIÁN GARCÍA CANDEL / IFISC (UIB-CSIC)
La sequía y el aumento de temperatura ya provocan sustituciones de especies, mayor aridez y riesgo de incendio, y menor fertilidad del suelo y disponibilidad de agua, entre otros efectos negativos. Una amplia revisión de estudios y registros de datos revela hay especies menos resistentes al cambio climático y que el impacto del cambio climático se agravará en las próximas décadas.
Investigadores de la Universidad Politécnica de Madrid participan en un estudio internacional que analiza las posibilidades de adaptación de los cultivos de secano a diferentes zonas del Mediterráneo para paliar los posibles efectos del cambio climático.
El aumento del nitrógeno reactivo de la atmósfera proveniente de la contaminación atmosférica y de las actividades agropecuarias altera la distribución de las plantas en el ecosistema mediterráneo. Esta degradación del matorral favorece la aparición de plantas nitrófilas, también conocidas como malas hierbas, que pueden terminar desplazando a las especies autóctonas.
Las cenizas volcánicas de la erupción del Etna que se produjo en marzo de 2012 y el frío intenso del invierno anterior desencadenaron el crecimiento repentino y masivo de fitoplancton en la cuenca de Yerápetra, una fosa abisal de 4.430 metros de profundidad, uno de los ambientes marinos menos productivos del Mediterráneo oriental. Según el estudio, fue el mayor flujo de materia orgánica de las últimas décadas.
La reconstrucción de las tormentas en el Mediterráneo occidental ha permitido entender año a año las fluctuaciones del clima mediterráneo desde el 763 a.C. hasta el 2012. Los datos, obtenidos a partir de los registros sedimentarios del lago Montcortés en Lleida, confirman que el final de la presencia de los romanos en la Península (entre los años 370 y 670) coincidió con los tres siglos más secos, en los que apenas hubo tormentas.